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lunes, 24 de julio de 2017

LIBRO EL MONJE QUE VENDIÓ SU FERRARI EN PDF

Resumen

La historia comienza en la mitad de una atestada sala de tribunal cundo Julian se 
derrumbo, su ayudante se quedo estupefacto con lo que acababa de ver, el gran julian
mantle retorciéndose, temblado, tiritando y sudando en le suelo.  

Julián era uno de los más sobresalientes abogados del país. Un hombre también conocido por sus trajes italianos de 3 mil dólares sobre su cuerpo bien alimentado. Un hombre dispuesto a trabajar 18 horas al día para alcanzar el éxito que era su destino.

Egresado de la Universidad de Harvard, un hombre con una gran fortuna y con todo lo que un abogado pudiera desear. 

Jonh el ayudante de Julián lo conocía desde hacía 17 años, cuando uno de los socios de Julián lo contrató como interino durante el verano siendo el estudiante de derecho. Una noche que estuvo trabajando en la oficina paso por su escritorio ( el de Julián ) vio una frase enmarcada sobre su escritorio de roble marcizo. La frase era de Winston Churchill y daba a conocer el tipo de hombre que era Julián: "Estoy convencido de que en este día somos dueños de nuestro destino, que la tarea que se nos ha impuesto no es superior a nuestras fuerzas; que sus acometidas no están por encima de lo que soy capaz de soportar. Mientras tengamos fe en nuestra causa y una indeclinable voluntad de vencer, la victoria estará a nuestro alcance."

Julián consiguió todo cuanto la mayoría de la gente puede desear: una reputación profesional de campanillas con ingresos millonarios, una mansión espectacular en el barrio preferido de los famosos, un avión privado, una isla tropical y su más preciada posesión: un reluciente Ferrari rojo.

El abuelo de Julián fue un destacado senador y su padre fue un reputado juez federal. Así pues, venía de buena familia y grandes eran las expectativas que soportaban sus espaldas vestidas de Armani.

Jonh espera que Julián se recuperara del ataque cardíaco y que volviera a la asamblea de abogados. Aunque Julián se recupero, Julián no quería volver a la asamblea. Renunciando a su vida de lujos.

Lo último que Jonh supo de Julián fue que se había ido a la India en no se que una expedición. Julián le dijo a uno de los socios del bufete que deseaba simplificar su vida y que "necesitaba respuestas" que confiaba encontrar en ese místico país. Había vendido su residencia, su avión, su isla e incluso su Ferrari.

Un día Jonh acababa de reunirse con el último cliente de un día espantoso, cuando Geneviene, la ayudante de él, se asomó a la puerta del despacho de él.

Geneviene le dijo: "Tienes una visita, Jonh. Dice que es urgente y que no se irá hasta que hable contigo.

Jonh replico con impaciencia: "Estoy con un pie afuera, Geneviene". "Voy a comer un bocado antes de terminar el informe Hamilton. No me queda tiempo para recibir a nadie más. Dile que concierte una cita, como todo el mundo, y si te causa problemas llama a los de seguridad".

Geneviene le contesto: "Es que dice que es muy importante. No piensa aceptar una negativa".

Por un momento Jonh pensó en llamar él mismo a seguridad, pero comprendió que podía tratarse de alguien en apuros, asumió una postura tolerante y el dijo: "Está bien, dile que pase. A lo mejor me interesa y todo".

La puerta se abrió lentamente y cuanto por fin se abrió por completo, vio a un hombre risueño de unos 35 años. Era alto, delgado y musculoso, e irradiaba vitalidad y energía. Jonh y el joven se quedaron mirando mutuamente.

El joven le dijo embozando una sonrisa: "¿Es así como tratas a tus visitas, Jonh, incluso a quienes te enseñaron todo cuanto sabes sobre la ciencia del éxito en una sala de tribunal? Ojalá me hubiera guardado mis secretos profesionales"

En ese momento Jonh sintió una extraña sensación que lo cosquilleó en el estómago. Inmediatamente reconoció la voz como de miel. El corazón le dio un vuelco.

Jonh le pregunto: "¿Julián? ¿Eres tú? ¡No me lo puedo creer!

Julián y Jonh empezaron a platicar. Julián le explico que había viajado alrededor del mundo para "encontrar respuestas".

En la India, Julián estando Cachemira, un lugar místico a los pies del Himalaya fue cuando tuvo la suerte de conocer al yogui Krishnan. Aquel hombre frágil de cabeza rapada también había sido abogado en su "anterior reencarnación".

Julián y Krishnan platicaron sobre la vida de Julián. Julián le pidió al yogui que le enseñara a construir una vida de plenitud. El yogui dijo que seria un honor ayudarle, pero le hizo una sugerencia.
"Desde que estoy al cuidado de este templo, he oído hablar mucho de un grupo de sabios que vive en las cumbres de Himalaya. Dice la leyenda que han descubierto una especie de sistema para mejorar profundamente la vida de cualquier persona, y no me refiero sólo en el plano físico. Se  supone que es un conjunto holístico e integrado de principios y técnicas imperecederos para liberar el potencial de la mente, el cuerpo y el alma".

Julián salio en busca de esos Grandes Sabios de Sivana (En su mitología, Sivana significa "oasis de esclarecimiento"). Mientras se adentraba más y más en aquel místico paraje, sus reflexiones sobre el pasado se vieron interrumpidas por las maravillas que veía. Fue mientras meditaba sobre la belleza de la naturaleza cuando algo sorprende sucedió.

Por el rabillo del ojo vio una figura, vestida extrañamente con una larga y ondulante túnica roja coronada por una capucha azul oscuro, caminando un poco más adelante. A Julián le sobresaltó ver a alguien más en aquel lugar remoto al que había llegado tras 7 agotadores días. Julián le grito a aquella figura.

La figura no sólo no respondió sino que apretó el paso sin siquiera mirarlo. Al poco rato el misterioso viajero echó a correr.

Julián le gritó: ¡Por favor, amigo, necesito ayuda para llegar a Sivana!. Llevo 7 días caminando con poca comida y agua. ¡Creo que me he perdido!

La figura se detuvo bruscamente y le confeso que el es uno de los sabios y lo llevo a su templo escondido en una región montañosa.

Julián había encontrado a los Grandes Sabios de Sivana, allí aprendió, por medio de técnicas que el yogui Raman le enseño los siguientes fundamentos de una vida autodisciplinada y feliz:


Dominar la mente
1.
 Cultiva tu mente y florecerá más allá de tus
expectativas.
2. La calidad de la vida viene determinada por
la calidad de los pensamientos.
3. No existen los errores, sólo las lecciones.
Considerar los reveses como oportunidades
de expansión personal y crecimiento espiritual.


Perseguir el propósito
1.
 El propósito de la vida es una vida con propósito.
2. Descubrir y luego llevar a cabo la meta de tu vida
 aporta una satisfacción duradera.
3. Marcarse objetivos claramente definidos en lo
personal, profesional y espiritual, y luego tener el
valor de obrar en consecuencia.


Practicar el kaizen
1. El autodominio es el ADN del dominio de la vida.
2. El éxito empieza por dentro.
3. El esclarecimiento se logra mediante el cultivo
 constante de la mente, el cuerpo y el alma.


Vivir con disciplina
1.
 La disciplina se logra realizando constantemente
 pequeños actos de coraje.
2. Para que madure el embrión de la autodisciplina hay
 que alimentarlo.
3. La fuerza de voluntad es la virtud esencial de una vida
 realizada.


Respetar el tiempo propio
1. El tiempo es la mercancía más preciada y no es
 renovable.
2. Centrarse en las prioridades y mantener el
 equilibrio.
3. Simplificar la vida.


Servir desinteresadamente a los demás
1. 
La calidad de la vida se reduce en definitiva a la
 calidad de lo que uno aporta.
2. Cultivar lo sagrado de cada día, vivir para dar.
3. Elevando la vida de los demás, la vida propia alcanza
 las más altas dimensiones.


Abrazar el presente
1.
 Vivir en el "ahora". Paladear el presente.
2. No sacrificar la felicidad a expensas de la realización.
3. Saborear el viaje y vivir cada día como si fuera el
 último.
Y sin decir más, Julián Mantle, el abogado millonario convertido en monje esclarecido, se puso en pie, abrazo a Jonh como al hermano que nunca tuvo y salió de la sala de estar al calor de otro día sofocante. Al quedarse solo y reflexionar, advirtió que la única prueba que tenia de la extraordinaria visita den aquel sabio mensajero descansaba delante de el sobre la mesita de centro. Era su taza vacía.


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